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Para Nico Vázquez, con afecto, Lio Messi”. Eso dice la remera blanca, impoluta, que Nicolás (Rubén) tiene en su camarín de Los únicos en el teatro Opera Citi, donde si te descuidás, te encontrás con un boxer color manteca (Caro Uomo). “No te asustes; te voy a llevar hasta el camarín de Favio, para mostrarte que es como un vodevil, ¿viste? Se van abriendo puertas y no sabés con qué podés encontrarte”. Transitamos un pasillo, previa pizarra mágica con auto-arenga de Vázquez (“Vamos nene, que se puede”), mientras Nico me lleva de la mano. Abrimos una puerta interna y nos sorprende Favio Posca (Ronco). Posca: (Mirándose al espejo y calzándose el traje fit) ¡Menos mal que no estaba desnudo! –¿Tan peligroso puede llegar a ser? Posca: Mientras no me saques la foto no hay drama... ¡porque eso saldría mucha plata! Seguimos el recorrido y nuestros pasos nos llevan al camarín de Arnaldo André (Monterrey), que está sentado leyendo apaciblemente el último libro de James Ellroy, y que apenas se da vuelta para decir “hola”. El que cierra la puerta con una media sonrisa es Pepe Monje (Hugo). El resto, todo algarabía, mezcla de nervios y entusiasmo. Las rosas color rosa (¡con rocío incluido!) enviadas por Nacho Viale a Eugenia Suárez (Sofía) les hacen pito catalán a todo el resto de las chicas, que se divierten buscando cábalas cuando le digo a Griselda Siciliani (María) que tienen que inventarse alguna, sí o sí. Griselda: ¿Chicas, saben qué tenemos que elegir de cábala para mí? Música. Julieta Zylberberg (Helena): ¡Yo tengo un tema de Bandana...! Griselda: Ban-da-na. Maldita noche, o algo así. Eugenia: Vamos que empezamos ya. Jimena Barón (Poly): Ahora sí que va a arrancar. Julieta le da “play” a su celular azul eléctrico, que apenas se deja escuchar, y ensaya unos alaridos, divertida, mientras Eugenia nos devela el truco para emparejar el tono de las piernas. ¿De qué se trata? Un spray color carne que se esparce y te deja la piel como de terciopelo. Claro que ella sólo tiene espacio entre las bucaneras y la mini, entre kilt y ratonera. “Chicas, qué olor a cloaca que hay”, exclama Griselda, quien confiesa que apenas pisó su camarín, que no comparte con nadie pero que es una “verdadero desastre”. –¿Nada de divismos? Griselda: ¡Cero! No traje nada de nada. Nadie me regaló nada (NdR: Atenti, aviso para Suar, que no mandó flores). Ni yo estuve en mi camarín. Es más, llegué y estaba la basura del día de ayer, tristísimo, jajajaja... No, no soy una estrella, pero ya lo voy a armar. Además, me gusta estar con las chicas acá, chusmeando. Faltan siete minutos para que salgan a escena en las únicas 33 funciones (viernes a las 20, sábados a las 19 y 21:30, y domingos a las 18 horas, con producción de Pol-ka). Justo antes de que se escuche el clásico “¡mierda!”, y en el backstage repiqueteen los pasos y el ánimo del director Marcos Carnevale, hay una buena nueva en el bunker de Eugenia Tobal (Rocío) y Nico Cabré (Rubén), que me mira con el entrecejo fruncido, y como un duro Sawyer de Lost, echa humo como chimenea. Aunque ellos no lo quieran contar de entrada, es simple: Euge está de seis semanas. “Cuando tenga que ser, será; eso sí no lo vamos a ocultar”, me dice radiante, flaquísima, tratando de convencerme, con la sonrisa llena de dientes. La que podría ser la última mueca cínica a la prensa se desvanece a pesar de su falsa desmentida. Ya compartió la noticia de la maternidad con el elenco, lleva una remerita levemente suelta y evasé, y Nico se muestra ultra cariñoso, incluso frente al grabador. Eugenia: Ay, amor... Recién me puse brillito y ya me lo sacás. Nico le besa también el hombro. “Ay, qué pesado”, bromea la flamante embarazada, que me dice que en la función para amigos que hicieron en el Opera Citi (jueves 1º) sus sobrinitos se morían de amor por Axel, el personaje de Cabré, claro. –Mucho fanatismo despertás con Axel. Los chicos afuera están locos. Cabré: Hay que descubrir qué es lo que pasa ahora en vivo, ¿no? Axel tiene la posibilidad de hacer cualquier cosa, Axel es infinito, le entra todo y está completamente loco... Y es un loco lindo. A mí me divierte. –Eugenia, muchos ensayos, muchas grabaciones, mucho trabajo... ¿Están de cama? Eugenia: Y... Fue duro todo el ensayo, por las grabaciones de tantas horas, pero después, al venir acá, ya fue más rápido el proceso. Terminábamos de grabar a las seis de la tarde y ensayábamos hasta las ocho y media o nueve, y al otro día a las ocho, arriba. Fue una locura, pero estamos súper felices. .......................................................................................... 20.15. ¡Estamos listos! “Chicos, todos en sus posiciones”, grita alguien, y no faltan las palmaditas en la espalda, los choques de cinco y los guiños de ojo de último momento. Y por supuesto, el ajuste de la cinta tape del micrófono. Las luces se apagan, aparecen los héroes en escena iluminados por unos seguidores, y la misión empieza... ¡A sala llena! Los más chiquitos se ahogan en un grito. ¿La historia? Esta vez Monterrey envía a los Unicos a Frankfurt en los años setenta, mientras María descubre la identidad de su verdadero padre. Obvio, no faltan las adversidades: el jefe es secuestrado y los agentes especiales tendrán que hacerle frente al temible Ronco. Una hora y cuarto después, en el backstage, Vázquez está en cuero, y exultante, dice: “Hoy terminé de comprobar lo que es este programa. Esta vez actuamos con hinchada para un público súper único”. Cabré cuenta: “La conexión que tuvimos es la misma, y la energía la puso la gente”, que hace unos minutos se robó todas las carcajadas, y que mira de cerca cómo uno de los asistentes le despega la cinta del mic a la Tobal. “Estoy re contenta; esto es nuevo para mí. No me trabé ni me olvidé la letra, que era lo que me daba más miedo”, explica la China Suárez, que se acerca a saludar y confiesa que “la prueba de fuego” ya pasó. Bendita noche, y aún quedan otras 32 únicas veces más. |
Por Karina Noriega. Fotos: M. Casalía - Pol-ka. |
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